No quiero extenderme mucho, pero el gobierno de Cambiemos, ha sido bastante decepcionante. Si bien no abrigaba gran optimismo, al menos esperaba cierto profesionalismo en la gestión del gobierno.
El PRO, como partido nuevo, tiene poca profundidad conceptual, no alcanzan a tener una idea redonda del Estado y ha sido tanto el esfuerzo que han hecho para ubicarse en el mainstream politico argentino, de por si bastante berreta, que se suben a cualquier bondi que indique "Modernidad", aunque esta sea falsa e ilusoria.
Yo era de los que creía que la deuda que se iba empezar a tomar tras salida del default, iba ayudar a la transición post arreglo con los "fondos buitres", mientras se debatían las reformas de fondo que permitirían la llegada de nuevas inversiones que revitalizara la vida económica del país. Sabemos que no sucedió así, la reformas ni se discutieron, se bajaron apenas y muy inicialmente los impuestos para luego subirlos, gran parte del dinero de esa deuda nueva fue a pagar gastos corrientes y otra parte se ha plasmado en nuevas obras de infraestructura, muy necesarias por cierto.
Desde un primer momento se observó que no todas las medidas económicas eran parte de un plan económico coherente y consistente. 2016 y 2017 fueron años donde pareció que cada ministro tenía su partitura, pero faltaba un director de orquesta.
Esa falencia parece haber sido subsanada con la entronización de Nicolás Dujovne como ministro de economía y su mejor relación con el nuevo presidente del banco central, Guido Sandleris. Pero eso coincidió con el agotamiento del financiamiento externo y una nueva recurrencia al Fondo Monetario Internacional, con el consiguiente inevitable plan de ajuste, posiblemente mucho más riguroso y doloroso que lo que hubiera sido un ajuste inicial post victoria electoral en 2015.
Así las cosas llegamos a un nuevo turno electoral para elegir el presidente, habiendo pasado por otro evento electoral en 2017, muy exitoso para el gobierno, pero que poco alteró las correlación de fuerzas en ambas cámaras del Congreso.
Lo que se vislumbra ahora para estas elecciones que la polarización se empieza a comer al tercio no agrietado, que aún no logra aglutinarse bajo ningún liderazgo y adquirir al menos, potencialidad para pelear con chances por un lugar en el ballotage.
Esa falencia parece haber sido subsanada con la entronización de Nicolás Dujovne como ministro de economía y su mejor relación con el nuevo presidente del banco central, Guido Sandleris. Pero eso coincidió con el agotamiento del financiamiento externo y una nueva recurrencia al Fondo Monetario Internacional, con el consiguiente inevitable plan de ajuste, posiblemente mucho más riguroso y doloroso que lo que hubiera sido un ajuste inicial post victoria electoral en 2015.
Así las cosas llegamos a un nuevo turno electoral para elegir el presidente, habiendo pasado por otro evento electoral en 2017, muy exitoso para el gobierno, pero que poco alteró las correlación de fuerzas en ambas cámaras del Congreso.
Lo que se vislumbra ahora para estas elecciones que la polarización se empieza a comer al tercio no agrietado, que aún no logra aglutinarse bajo ningún liderazgo y adquirir al menos, potencialidad para pelear con chances por un lugar en el ballotage.
Dentro de esa fracción, con muy poca relevancia electoral hasta ahora, surge el fenómeno de las candidaturas de economistas liberales de escaso nivel electoral que más que nada, amenazan con restarle algún que otro voto en primera vuelta al oficialismo. Con toda la simpatía con que me identifico con sus ideas económicas que tengo por ellos, principalmente por José Luis Espert, me parece ver reflejado en ellos el infantil espíritu que animo a la UCD en sus primeros escarceos electorales donde despreciaron la movilización física y emocional del electorado, creyendo que solo con sus buenas ideas se iban a ganar el favor popular.
Seamos sinceros, en un país normal, un gobierno con la performance económica que ha tenido este no tendría la más mínima chance de ser reelegido. Acá la perspectiva de que vuelva el kirchnerismo o una variante lavada del peronismo, que al final se termina uniendo todo, es lo que mantiene a Cambiemos con vida.
Seamos sinceros, en un país normal, un gobierno con la performance económica que ha tenido este no tendría la más mínima chance de ser reelegido. Acá la perspectiva de que vuelva el kirchnerismo o una variante lavada del peronismo, que al final se termina uniendo todo, es lo que mantiene a Cambiemos con vida.
Si una cosa decepciona del desempeño y la actitud de Cambiemos es esa mala costumbre de solo transmitir buenas ondas y mandar los problemas bajo la alfombra, Subordinando la mismísima gestión a al marketing político. No soy tan ingenuo como para suponer que el electorado esté absolutamente preparado para que se le diga de frente que hay que encarar un ajuste.
Éstas cosas hay que prepararlas hay que manejarlas, hay que decantarlas en el tiempo porque si no la sociedad estallaría en 1000 pedazos. Me indigna que no se atrevan a plantear los grandes temas, sabiendo que no le van a salir necesariamente de primera, pero sí que deben hacer un trabajo de concientización de la sociedad primero para que la opinión pública los apoye y a su vez condicione a la oposición a pagar un alto precio político por oponerse a esas medidas. Tal es el caso de la promulgación del decreto de extinción de dominio, si bien observable alguna que otra falencia legal, incomoda muchísimo a la oposición, A la cual el asunto no le gusta nada, pero se da cuenta de que no tiene demasiadas armas para rebatirlo para derogarlo sin pagar un alto costo político.
Pero eso no es un cheque en blanco para dedicarnos exclusivamente al marketing, hay que hacer las cosas que se deben hacer pero para eso hay que tener una idea y un plan y muchas veces los mismos votantes de Cambiemos nos preguntamos si existe primero la idea, y luego el plan. A fuer de ser sincero, yo mucho no he visto eso.