Las Malvinas son argentinas. Yo
creo en ello. Pero están ocupadas por Gran Bretaña.
El impecablemente filmado spot de
Zylberberg en las Malvinas, 150 luquitas verdes según Gabriel Dreyfus, es una
nueva muestra de la torpeza estructural de la política exterior argentina (si
es que hay algo que merece llamarse así)
Independientemente del poco claro
origen del spot, si el Gobierno lo encargo o la agencia Young & Rubicam lo
ofreció, el spot tiene la cualidad de contaminar varios temas de una sola y
contundente vez.
Empezando por ser un ataque al
espíritu de los Juegos Olímpicos, que mas allá de alguna hipocresía
circunstancial, es algo que se pretende mantener fuera de controversias
políticas, para resaltar el espíritu deportivo por sobre otras consideraciones.
Y si es por recordar transgresiones políticas a dicho espíritu, vienen a la
memoria el ejemplo de Hitler en las Olimpíadas de 1936, con la controversia
sobre Jesse Owens o el atleta negro estadounidense que se proclamó Pantera
Negra en México 1968 o el trágico atentado de Munich en 1972 contra los atletas
israelíes. Sin mencionar el Mundial del ´78. Como vemos, nada que haya
terminado demasiado bien o haya traído grandes beneficios para los valientes
transgresores. Ni Hitler demostró la superioridad de los arios, los Panteras
Negras son hoy un recuerdo y los palestinos no han recuperado un centímetro más
de territorios. Y Videla está preso.
En segundo lugar, el desafío –y
la ofensa- tácitos de filmar clandestinamente en Malvinas, así como la escena
del entrenamiento en la escalera del monumento a los caídos en la 1ª Guerra
Mundial. Cuestión de la que se han agarrado ambos “ofendidos” para desgarrase dramáticamente
las vestiduras.
Y en tercer lugar, ¿a quien va
dirigido el spot? ¿A nosotros que ya estamos convencidos que las Malvinas son
argentinas? ¿A isleños y británicos, demostrándoles lo irreductibles que somos y/o
que la tenemos más larga que ellos?
El spot es otra muestra de que
esta campaña por Malvinas solo busca una impacto mediático interno, efímero y
transitorio y que no repara en costos económicos ni costos políticos externos y
entre estos últimos lo que se sacrifica sin pudor es la posibilidad de establecer
una negociación con los británicos sobre el tema a mediano o largo plazo.
En otro post nos ocuparemos de
los actings de Alicia Castro y del inefable e iracundo Canciller Timerman.
Postdata para amantes de las
conspiraciones de la pérfida Albión:
a. La
agencia Young & Rubicam está dirigida por un británico, Sir Martin Sorrell
e integrada por capitales americanos e ingleses.
b. Ninguna
agencia hace un aviso de 150 lucas verdes y después lo sale a vender. Hay dos
hipótesis, o lo encargó el Gobierno argentino o “alguien” puso la torta y ahí si
se lo ofrecieron al gobierno argentino.
c. Es
difícil pensar que Y&R argentina se largara a hacer ese spot sin
conocimiento de Y&R central, o sea los británicos o sea el gobierno
británico.
d. ¿Es
muy aventurado suponer que los británicos nos han vendido este spot “envenenado”
para hacernos quedar como el tujes internacionalmente?
e. ¿Y&R
central rajó ya a Estrasnoy, socio local, o mando a rajar a Martín Mercado,
responsable de la producción del spot?
Saquen sus propias
conclusiones.
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